viernes, 19 de junio de 2009

CUANDO HAY UN REAL COMPROMISO SE PUEDE TRANSFORMAR UNA REALIDAD. Por Cristina Olivera.

El Hipódromo es un barrio del departamento de Maldonado, con una población de aproximadamente 1600 personas (todos trabajadores) sito en la ruta 39 mitad de camino entre San Carlos y Maldonado ciudad. Se creó en función del Hipódromo que allí existe, aunque actualmente no funciona.
En el año 2005 el barrio, preocupado por un grupo de jóvenes que no estudiaban ni trabajaban que estaban en la calle, se acercaron a la Intendencia para ver qué se podía hacer. En dicho reclamo también se sumaba el hecho de que en ese barrio, con esa población, no tenían ningún centro comunal, ni actividad comunitaria alguna.
Paralelamente la Intendencia Municipal de Maldonado en conjunto con la UTU, veían la posibilidad de arrimar los cursos de UTU a los barrios para ver la posibilidad de acercar cursos a los barrios, para llegar a los jóvenes con esas características.
Luego de largas conversaciones, idas y venidas, surge la posibilidad de realizar un curso dirigido a esta población, desarrollando actividades con grandes chances de inserción laboral. Se piensa en módulos de construcción y en la construcción de un centro comunal, (el predio ya estaba destinado para eso de antes). Se habló con los vecinos para que buscaran y entusiasmaran a los gurises, y ellos se pusieron al hombro esta tarea, surgiendo un primer grupo de unas 24 personas de entre 15 y 24 años (2 mujeres incluidas); así comenzó el curso de construcción. Se les pagó una beca para estimular su asistencia, y cuando vieron que se atrasó el primer pago (por la burocracia), fueron en conjunto a enfrentar al intendente y pelear por lo que les correspondía.
Es una experiencia fantástica ir a hablar con los participantes y ver cómo les cambio la vida. Con tanto trabajo duro, de noche, sólo tenían ganas de descansar, y la alegría de sentir la preocupación de los vecinos al cuidar que no les faltara nada (por ejemplo, la iniciativa de llevarles un vaso de cocoa caliente). En fin, se les elevó la autoestima y se vieron capaces de hacer.
Estas personas terminaron el curso, recibieron un diploma, aprendieron en la práctica, desde cómo doblar un hierro, hacer un pozo o una plancha, hasta sumar y restar sin darse cuenta de que lo hacían. Al terminar el curso estaban las paredes levantadas, hasta el techo, pero no sólo el avance de obra, sino que se hicieron 3 cursos más (uno de seguridad), y al finalizar estaban todos trabajando. Esta experiencia no sólo nos demostró que cuando hay voluntad y ganas se consiguen las cosas, sino que hay que buscar la vuelta en las propuestas educativas para entusiasmar a los jóvenes, que no es que no quieren prepararse, sino que hay que buscar otras formas. Esto plantea también un gran desafío y cambio de mentes para los docentes y las propias instituciones educativas.
A la izq. la Compañera Cristina Olivera.

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